Muchos años después frente a su televisor plasma nuevo, Carlos habría de recordar aquella tarde en que su padre lo llevo a conocer a Millonarios. El Campín era entonces un sitio de reunión familiar, acogedor para un almuerzo con la popular fritanga, generador de contertulios futbolísticos y sitio para que Millonarios demostrara su grandeza a las 3.30 de la tarde.
Recordó a su padre tararear pase la bola, pase la bola, Juega Millonarios pase la bola.
La saca Cousillas, toca Pimentel la para de pecho remata muy bien, entra al área chica donde esta Iguaran, cabezazo al piso, muchos goles van. Un jalonazo a su nueva camiseta con visos dorados lo trajo de vuelta a su electrodoméstico nuevo, y una voz dulce y melindrosa le preguntaba << Papi que es Millonarios?>>. Carlos desconcentrado y aturdido por dar la mejor respuesta para su pequeña hija, tomo tiempo sentándola en las piernas mientras veía que el himno colombiano era tenuemente entonado por la tribuna.
Le explico que Millonarios era el equipo con más títulos del fútbol colombiano, que era el único equipo colombiano que fue catalogado el “mejor del mundo”, que era el equipo por donde habían pasado Di Stefano, Pedernera, Rossi, “Maravilla” Gamboa, Arean, Moron, Brand, Willington Ortiz, Iguaran, Vanemerack, Juarez; que era el equipo donde se había forjado como presidente el mejor dirigente de fútbol que había existido en la historia de todo el fútbol profesional, Don Alfonso Señor, y que por esto y mas cosas era el mas grande de todos los tiempos. Su hija lo miro con un gesto de ternura, y acto seguido uno de incomprensión y le pregunto porque la última vez habían ganado unos “señores de verde”. Se disperso en excusas llenas de términos de comentarista argentino, que para su pequeña de 6 años eran como mandarín, terminando con una aprobación de la cabeza de ella a todo lo sustentado.
Su hija se levanto le dio un beso y se despidió saltando diciéndole: << No importa, yo soy de Millos Papi>>. Carlos mas abatido que nunca vislumbro ese sentimiento arraigado y que ahoga a muchos hinchas de su equipo amado: Al paso que vamos, sin títulos, sin jugadores, sin dirigentes y con un futuro oscuro como las tardes de clásico donde no se gana, mas temprano que tarde, los hijos no heredaran ese amor por la camiseta de sus padres, sino que la fuerza de los resultados recientes dictaran con mas ainco que color de camiseta seguir.
Las épocas que para el eran llenas de misticismo y bonitos recuerdos por como su padre se las contaba, en medio de una charla de viejos, eran ya menos gloriosas para las nuevas generaciones, donde la capacidad de asombro era puesta a prueba todos los días por un mundo ofrecido a diario por todos sus sentidos. El presente que era prometedor por nuevas caras al frente del escritorio y del balón, se perdía otra vez por los vericuetos del mundo futbolístico, las intrigas periodísticas, los faltantes de presupuesto y la incertidumbre del 4-3-2-1 del Director Técnico de turno. Sin pensarlo dos veces sirvió un trago doble de la primera botella que llego a sus manos. El ardor que recorrió su garganta le recordó los numerosos momentos de desilusión por el resultado adverso, contra el rival mas enconado o lo que parecía peor, contra quienes antes soñaban aunque sea arrancarle un mísero empate al emblemático “Ballet Azul”; esto para algunos, medio en broma medio en serio, se había convertido año tras año una costumbre infaltable en sus vidas.
Acto seguido a la traición de su raciocinio, el corazón inundo de fuerza y pasión sus pensamientos. Acepto como verdades todas las desgracias que carga a cuestas su Millonarios “del alma” y cual ave fénix renovó sus ilusiones futbolísticas de triunfos, alegrías y títulos. El semestre 2011-2 pintaba para malas cosas pero Carlos quería creer que quienes integran a Millonarios están consientes de la responsabilidad que llevan a cuestas: volver a poner a Millonarios en lo más alto del fútbol colombiano, tener los mejores jugadores y crear un estilo de dirigencia sin igual. Y lo más importante que era mantener y aumentar los fieles seguidores que día tras día batallan contra las desdichas, las malas contrataciones, los insultos de sus rivales, los errores de cada partido, para seguir creyendo y confiando en Millonarios volverá a ser campeón, teniendo su segunda oportunidad sobre la tierra y no serán exterminados como las estirpes macondianas condenas a vivir cien años de soledad; soledad de triunfos.